¿QUÉ ES UN CONFLICTO? Los conflictos son situaciones en las
que dos o más personas entran en oposición o desacuerdo porque sus posiciones,
intereses, necesidades, deseos o valores son incompatibles, o son percibidos
como incompatibles, donde juegan un papel muy importante las emociones y
sentimientos y donde la relación entre las partes en conflicto puede salir
fortalecida o deteriorada en función de cómo sea el proceso de resolución del
conflicto.
En el ámbito educativo, como en todas las instituciones
sociales, se observan en las relaciones interpersonales, disputas, diferencias,
agresividad, incomunicación y hostilidad. Esto genera malestar y desencuentros
entre las personas. No debemos: Alarmarnos, el conflicto es inherente al acontecer
humano y se responde mejor Abordándolo que evitándolo. Por esto, es siempre sano
abordar el conflicto en el aula.
El conflicto es una oportunidad de crecimiento que
posibilita el aprendizaje.
En los contextos donde los involucrados en el conflicto
mantienen un vínculo continuo, como en la escuela, es necesario encontrar los
sistemas más apropiados que preserven las relaciones a través del tiempo.
¿POR QUÉ VEMOS EL CONFLICTO COMO NEGATIVO? Lo relacionamos
con la forma en la que habitualmente hemos visto que se suelen enfrentar o
“resolver”. Enfrentar un conflicto significa “quemar” mucha energía y perder
tiempo. La mayoría sentimos que no hemos sido educados/as para enfrentar los
conflictos de una manera positiva y que, por tanto, nos faltan herramientas y
recursos. Se relaciona el concepto de conflicto con el de violencia. Tenemos
una gran resistencia al cambio.
Los conflictos persisten en los factores
sociales que motivan la forma como evoluciona la sociedad. Surgen en el
desarrollo de acciones incompatibles, de sensaciones diferentes; responden a un
estado emotivo que produce tensiones, frustraciones; corresponden a la
diferencia entre conductas, la interacción social, familiar o personal. En
Colombia, como en la sociedad en general, el conflicto es inevitable a la
condición y al estado natural del ser humano; sin embargo, la realidad ha
demostrado que la convivencia es cada vez más compleja. La problemática ha
desbordado la capacidad de respuesta y de manejo de los mecanismos
tradicionales para manejarlo, por lo cual es necesario afrontarlo desde una
perspectiva positiva como una oportunidad de aprendizaje; como un reto y un
desafío intelectual y emocional que refleje experiencias positivas y se
conviertan en un motor de desarrollo que permitan asumir y enfrentar un proceso
continuo de construcción y reconstrucción del tejido social desde la teoría
no-violenta que motive al cambio.
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